Rumbo a Gaza

Rumbo a Gaza

sábado, 18 de abril de 2009

Egipto (y III)

Para acabar con el apartado egipcio, y más concretamente con su policía fronteriza, allá va la última perla de su saber hacer.
En la aventura para intentar cruzar a Gaza, y tras tres días de espera en la frontera, llega un momento donde se nos piden los pasaportes y ya ansiamos la posibilidad de la inminente entrada al territorio palestino.
Pues bien, a las nueve de la noche se nos devuelven los pasaportes y preguntamos si mañana será "maybe". Nos contestan que ni mañana ni nunca; por cuestiones de seguridad la inteligencia deniega nuestra entrada. Pero para poner un bonito colofón nos entregan los pasaportes ¡con el sello de entrada a Gaza!
Con ese panorama no puedo regresar a Israel: ¿cómo justifico que entré a Gaza y que no tengo sello de regreso a Egipto?, ¿he salido por un túnel? Los controles en la frontera de Eilat serán eternos.

Total que por azares del destino pierdo el pasaporte y no me queda otra más que ir a El Cairo a por uno nuevo e inmaculado de sellos comprometedores (nota: en El Cairo estuve viviendo en Tahrir Sq, junto al Museo Egipcio y enfrente de un macroedificio administrativo llamado Mugamma).
Me entregan el pasaporte en la Embajada Española a las 9.15 a.m. Tomo un taxi que me lleva a la estación de Turgoman para subir al autobús de las 9.30 que me dejará en la frontera de Taba-Eilat. Alcanzo el destino tras 7 horas de agotador viaje.

En el primer puesto de control ya vienen los problemas: "¿Y su visa de entrada a Egipto?". Respondo que perdí el pasaporte donde estaba la visa, pero tenía la denuncia del extravío o robo hecha en una comisaría de policía.
"Un momento -me dicen- tengo que consultar a mi superior". Llega el superior y me dice: ¿Y su visa de entrada a Egipto?". Le repito lo que le dije al otro policía y le enseño la denuncia en árabe. Poco convencido me dice que espere porque tiene que ir al puesto central. Tras unos minutos llega otro policía con más estrellitas en los hombros. "¿Y su visa de entrada a Egipto?". No me lo podía creer, pero le repetí lo mismo que a sus subordinados. Tras un momento dice: "Tengo que hablar con el oficial al mando. Sígame".
Paso los puestos de control de la frontera y vamos al despacho del oficial: "¿Y su visa de entrada a Egipto?". Por cuarta vez repito la historia. "Sin el sello de entrada a Egipto no puede salir", me responde. Incrédulo le digo que el pasaporte donde tenía el sello está extraviado. Le indico que puede ver en el registro de entrada mi visado el día 6 de marzo a las 5 de la tarde. "Ese es un procedimiento que se suele hacer en el aeropuerto de El Cairo, pero aquí las normas indican que debe traer el sello en el pasaporte; no entra dentro del protocolo mirar la base de datos. Yo le creo, pero eso dice la ley". Y todo esto con un ordenador encima de la mesa con un programa que ponía "Registro de visas de viajeros".

No se me ocurrió pensar que tal vez unos cuantos billetes habrían ayudado, pero tampoco sé si hubiera sido mal visto y resultado contraproducente.
"¿Qué tengo que hacer? -dije". "Ha de volver a El Cairo a que le confirmen la entrada a Egipto en la Mugamma".

Resumiendo: tras siete horas de viaje he de regresar. Ya no hay buses y tengo que dormir en un hotel. A la mañana siguiente he de tomar un bus que tras siete horas me devuelve a El Cairo pero que llega cuando la Mugamma ya está cerrada. Otra noche de hotel en El Cairo. Hago los papeleos, como mínimo hasta mitad de la mañana, y ya me toca esperar a las diez y media de la noche para el bus nocturno que tras otras siete horas me devolverá tres días después a la frontera. No daba crédito.
Insistí en que miraran el ordenador. "¡Marchese! Tiene que volver a El Cairo -y todo ello con una sonrisa socarrona que me recorrió la espina dorsal-".

Saliendo de la frontera se me ocurre llamar al teléfono 24 horas de la Embajada. Me atiende la secretaria y asombrada me dice que le ponga al habla al oficial. Tras unos minutos departiendo con el oficial en árabe, este me devuelve el teléfono y la secretaria me dice: "Tiene usted que volver a El Cairo". Comencé entonces a hablarle a esta chica en un tono algo enfadado y con malas pulgas por no haberme informado de que en Taba necesitaba llevar ese sello de la Mugamma. "Es la primera vez que se nos da este caso -contesta-". Le exigí responsabilidades y me dirigí a ella en voz alta. En esos momentos el oficial me pide el teléfono y me dice "Déjeme que hable con ella. A ver si podemos hacer algo". Vuelven a hablar y cuelga. "Ayúdeme con unas cosas -dijo el oficial-".

Encendió un ordenador donde tenía una columna de delitos en inglés y otra columna con algunos de ellos traducidos al árabe. "Explíqueme qué significan estos delitos". Y yo allí explicando qué significa "Alcohol intoxicating", "Rapist", "Poligamy", "Kidnap", etc., Tras media hora se gira al otro ordenador, mira la fecha y hora de entrada que le dije y ahí que aparece mi nombre. Me pide el pasaporte, le pone el sello y me dice "Buenas tardes, ya está todo". Colofón memorable para estos cuerpos especiales de fronteras. En la frontera de Gaza y en la Israelí los operarios compiten en sagacidad, diligencia y buenas maneras.

Ya solo quedaba lo que podía ser un infierno: la frontera israelí de Eilat con sus tres controles. El primero lo paso sin detenerme. En el segundo me ponen el visado y paso de largo y en el tercero paso la mochila por el detector y me preguntan si llevo armas o bombas. Les digo que no.

En un minuto ya estaba esperando el bus a Jerusalem.

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